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Foto del escritorMario Luis Ramos Rocha

Mensaje dominical del Padre Gandhi, Pbro. Carlos Alberto García Zavala

Muy buenos días mi querida familia.


Domingo III de Cuaresma

Juan 2, 13-25.


«No conviertan en un mercado la casa de mi Padre»

 


Cuando Jesús entra en el templo de Jerusalén, no encuentra gentes que buscan a Dios sino comercio religioso. Su actuación violenta frente a “vendedores y cambistas” no es sino la reacción del Profeta que se topa con la religión convertida en mercado.

Aquel templo llamado a ser el lugar en que se había de manifestar la gloría de Dios y su amor fiel al hombre, se ha convertido en lugar de engaño y abusos donde reina el afán de dinero y el comercio interesado.

Quien conozca a Jesús no se extrañará de su indignación. Si algo aparece constantemente en el núcleo mismo de todo su mensaje es la gratuidad de Dios que ama a los hombres sin límites y sólo quiere ver entre ellos amor fraterno y solidario.

Por eso, una vida convertida en mercado donde todo se compra y se vende, incluso la relación con el misterio de Dios, es la perversión más destructora de lo que Jesús quiere promover entre los hombres.

Es cierto que nuestra vida sólo es posible desde el intercambio y el mutuo servicio. Todos vivimos dando y recibiendo. El riesgo está en reducir todas nuestras relaciones a comercio interesado, pensando que en la vida todo consiste en vender y comprar, sacando el máximo provecho a los demás.

Casi sin darnos cuenta, nos podemos convertir en “vendedores y cambistas” que no saben hacer otra cosa sino negociar. Hombres y mujeres incapacitados para amar, que han eliminado de su vida todo lo que sea dar.

Tal vez, lo primero que el hombre de hoy necesita escuchar de la Iglesia es el anuncio de la gratuidad de Dios. En un mundo convertido en mercado donde nada hay gratuito y donde todo es exigido, comprado o ganado, sólo lo gratuito puede seguir fascinando y sorprendiendo pues es el signo más auténtico del amor.

Los creyentes hemos de estar más atentos a no desfigurar a un Dios que es amor gratuito, haciéndolo a nuestra medida, tan triste, egoísta y pequeño como nuestras vidas mercantilizadas.

Quien conoce “la sensación de la gracia” y ha experimentado alguna vez el amor sorprendente de Dios, se siente invitado a irradiar su gratuidad y, probablemente, es quien mejor puede introducir algo bueno y nuevo en esta sociedad donde tantas personas mueren de soledad, aburrimiento y falta de amor.

Buona Domenica dell Signore. Dio con noi.

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